Contrariamente a algunas manifestaciones sesgadas e inconsistentes en los medios, la leche y sus derivados continúan siendo alimentos necesarios difíciles de reemplazar en la dieta humana. Las decisiones de salud pública deben basarse en evidencia epidemiológica y no solo sobre los efectos en marcadores de riesgo seleccionados y sus resultados interpretados en el contexto de todos los problemas del estilo de vida de los pacientes, como los patrones dietéticos (por ejemplo, la ingesta de sal y fibra, el consumo de frutas y verduras, etc.), actividad física, y fumar.
La leche juega un rol preponderante en la lucha contra la desnutrición -infantil y adulta- tanto en países industrializados (donde casi la totalidad de alimentos utilizados para pacientes hospitalizados son de base láctea), como en los países en desarrollo. Su provisión completa de aminoácidos necesarios para la vida humana, como la energía aportada por de sus ácidos grasos, y el calcio de alta disponibilidad digestiva la vuelven prácticamente un alimento insustituible. Sugerimos la lectura de uno de los documentos más completos y serios con respecto al tema elaborado por FAO: «Milk and dairy products for human nutrition».
Harvard sigue recomendando el consumo diario de lácteos y los mantiene en su Pirámide de Alimentación Saludable: